La región de Ñuble va rumbo a cumplir cinco años de existencia. Se ve lejano aquel 6 de septiembre de 2018 en que finalmente, y luego de años de lucha constante por parte de un grupo de visionarios hijos de esta tierra, nos pusimos pantalones largos y empezamos a construir nuestro futuro con manos propias e ideas hechas en casa. Hemos avanzado mucho, pero vale la pena señalar que hay falencias que con el paso del tiempo se han evidenciado en su gravedad y cuyo tratamiento demandará varios años de trabajo. Que una región de vocación agrícola como la nuestra tenga deficiencias de riego es casi un pecado mortal y más aún lo es que exista poca voluntad resolutiva por parte de las autoridades de turno para solucionarlo, siendo el más claro ejemplo el incierto futuro que presenta hoy la concreción del Embalse Nueva La Punilla, una obra que cambia de nombre para seguir inmóvil en su punto de inicio. Es también digno de condena que presentemos problemas para dotar de energía eléctrica a un sinnúmero de proyectos de inversión que aguardan un "espacio en el enchufe" para ponerse en marcha. Existen carencias en infraestructura vial, en conectividad digital y en oportunidades para que cientos de ñublensinos dejen atrás las brechas de la pobreza y avancen hacia un mejor futuro. En fin, la lista es larga. Pero tenemos también virtudes. Ñuble es una tierra histórica, rica en hombres y mujeres fuertes que han aportado con singular esfuerzo al desarrollo del país. Quien más y quien menos, somos herederos de esa fortaleza y la llevamos en la sangre. Ahora hay que sacarla a relucir. Que la resiliencia no sea sinónimo de conformismo, sino más bien que se transforme en una nueva herramienta para luchar contra esas dificultades. Superarlas es la consigna y no es alternativa que se pierda el norte en la brújula del destino regional. Me gusta creer que estos 5 años de vida adulta han sido de aprendizaje y diagnóstico, pero lo cierto es que no podemos seguir envueltos en esta vorágine de incertidumbres y batallas infructuosas. Nos faltan muchas cosas, pero también nos sobran bastantes. Es esa misma fortaleza de la que tan llenos tenemos los corazones la que nos debe impulsar a buscar respuestas a los problemas concretos de la ciudadanía. Tenemos esperanza en el transitar del camino hacia el futuro, pero si la ruta estuviera asfaltada sería mucho más cómodo. Este es un llamado a las autoridades a dejar las peleas políticas de lado y las mezquindades que poco aportan. Es la hora de escuchar a la gente y trabajar por ellos. Así de simple debe ser para que aquello que nos sobra termine poniéndole el pie encima a aquello que tanto nos falta.