En Chile, se estima que un 40% de la población adulta no ha terminado la educación media, lo cual tiene un impacto directo en las oportunidades de desarrollo personal y laboral. Esta situación se vuelve aún más crítica al observar que, del total de los hogares en situación de pobreza, un 62,3% tiene un jefe de hogar que no cuenta con educación media completa. Este grupo presenta un promedio de años de escolaridad de solo 8,9, equivalente a terminar octavo básico. En contraste, los jefes de hogar de viviendas que no están en situación de pobreza alcanzan un promedio de 12,3 años de escolaridad, lo que equivale a haber completado la enseñanza media. Esta diferencia significativa resalta la importancia de la educación en la mejora de las condiciones de vida (Ministerio de Desarrollo Social y Familia, 2023).

Al analizar la situación en nuestra región de Ñuble, se observa que la realidad no es diferente; de hecho, la ruralidad profundiza aún más esta problemática. Según los datos del Censo 2017, a mayor ruralidad, menor es el promedio de años de escolaridad por comuna. Esto revela una brecha importante en la formación educativa de las personas que habitan en zonas rurales, quienes tienen menos acceso a oportunidades educativas en comparación con las áreas urbanas. Además, el Informe de Desarrollo Social y Familia de 2023 destaca un dato alarmante: a nivel nacional, Ñuble es la región donde la educación tiene el mayor impacto en la pobreza multidimensional, con una influencia comparable a la del indicador de vivienda y entorno. Esto evidencia que la educación no solo afecta el desarrollo individual, sino que es un factor crítico para combatir la pobreza y mejorar la calidad de vida de las comunidades.

En este contexto, la educación para adultos se presenta como una herramienta esencial para reducir la desigualdad y brindar nuevas oportunidades a quienes no pudieron completar su formación en su momento. Es importante entender que la trayectoria escolar no solo incide en la empleabilidad futura de las personas, sino también en su capacidad para participar activamente en la sociedad, acceder a mejores condiciones de salud, y ofrecer un entorno más favorable para sus hijos. Las estadísticas nacionales y locales muestran que el nivel de escolaridad impacta de manera directa en la vida de cada persona y su familia, perpetuando un ciclo de pobreza que debe romperse.

Las iniciativas orientadas a la educación de jóvenes y adultos permiten cerrar estas brechas y ofrecer segundas oportunidades, especialmente en una región con un alto índice de ruralidad como Ñuble. Para que estas iniciativas sean efectivas, es fundamental que se impulsen programas accesibles y flexibles, que se adapten a las necesidades específicas de la población adulta, incorporando tecnologías y modalidades que superen las barreras físicas y geográficas que suelen limitar el acceso a la educación en sectores rurales.

La inversión en educación para adultos no solo mejora las perspectivas individuales de quienes se reintegran al sistema educativo, sino que también tiene un efecto multiplicador en sus familias y comunidades. Personas con mayor nivel educativo tienen acceso a mejores empleos, lo que a su vez genera un impacto positivo en la economía local y reduce las tasas de pobreza. En Ñuble, donde la educación es uno de los factores más influyentes en la pobreza multidimensional, impulsar la educación para adultos es una de las estrategias más efectivas para avanzar hacia un futuro con mayor equidad.