Teofrasto (371-287 A.C.), filósofo griego, respecto a las propiedades médicas de esta hortaliza, señaló que los antiguos griegos solían plantar ajos en los cruces de los caminos como medida de protección y además era considerado un excelente alimento, recomendado para los atletas antes de una olimpiada.

Dioscórides (40-90 D.C), médico, farmacólogo y botánico cuya obra: De materia médica, fue el manual principal de la farmacopea durante toda la Edad Media y el Renacimiento, es considerado precursor de la farmacopea actual y describe en su obra muchas utilidades terapéuticas a nivel de piel, visual, bucal, gastrointestinal, respiratorio, genitourinario. Incluye además efectos beneficiosos contra parásitos intestinales; caspa, sarna, y odontalgias, entre otras.

Se puede apreciar que el ajo fue utilizado y analizado con minuciosidad en la cultura griega. Desde las ofrendas hasta las curaciones, desde la magia hasta la medicina.

Actualmente se conocen bien las propiedades benéficas del ajo, considerándolo incluso un superalimento. La mayoría de los efectos que aporta a la salud se deben a uno de los compuestos de azufre que se forma cuando se pica, machaca o se mastica un diente de ajo. Este compuesto es conocido como alicina, con propiedades estimulantes en el sistema inmunológico y es un potente agente antibacteriano, antiviral y antihongos. Además es el responsable del distintivo olor del ajo.

El ajo posee un alto valor nutritivo, pero bajo en calorías. Contiene: Manganeso, Vitamina B6, Vitamina C, Selenio, fibra, calcio, cobre, potasio, fósforo, hierro y vitamina B1. Proteínas e hidratos de carbono.

Contribuye a prevenir el Alzheimer y la demencia. Su consumo habitual ha demostrado que aumentan las enzimas antioxidantes del ser humano; reduce los niveles de colesterol malo (LDL), disminuyendo el riesgo de enfermedades cardiovasculares; normaliza la presión sanguínea; además de reducir considerablemente el estrés oxidativo en personas con hipertensión.

En esta época del año, donde aparece con mayor intensidad el resfrío y la gripe asociadas con el frío, se pueden conseguir mejores resultados consumiéndolo crudo, ya que al cocinarlo disminuye su eficacia. Un amplio estudio de 12 semanas reveló que los suplementos de ajo, en comparación con el placebo, reducían el número de resfriados en un 63 %. La duración media de los síntomas del resfriado también disminuyó en un 70 %, desde 5 días de duración con el placebo a solo 1 día y medio con el ajo.

Los problemas de sinusitis relacionados con los resfríos pueden aliviarse también comiendo un diente de ajo pelado por día, antes del desayuno. Se puede beber un vaso de agua junto con el ajo, para evitar el malestar estomacal. El consumo de ajo fresco también puede aliviar las bronquitis, ya que degrada la mucosidad del pecho. Hay que tener precaución si se está consumiendo anticoagulantes o medicamentos para regular la glucemia, ya que en este caso no debería utilizarse el ajo como remedio casero.