Violencia en establecimientos de salud: déficit de Saludanía
Durante los últimos años y especialmente después de la pandemia, los trabajadores de la salud
han experimentado un aumento de las amenazas y violencias verbales y físicas por parte de los
usuarios del sistema. Si bien este fenómeno no es nuevo, si parece serlo su magnitud. En 2023,
según el Ministerio de Salud, se denunciaron 7184 hechos de violencia y un 66% de los
funcionarios revela haber sufrido algún tipo de violencia en el desempeño de sus funciones a lo
largo de su carrera.
Sin embargo, al parecer se ha minimizado uno de los problemas de fondo. En salud no somos más
que el reflejo de la sociedad en que estamos viviendo. Cuando en la ciudad falta agua potable, los
hospitales se llenan de niños con diarrea; cuando las condiciones de trabajo son inseguras, se
llenan de accidentes laborales; así, cuando la cotidianeidad se vuelve violenta, recrudece la
violencia en el trato a los funcionarios de salud.
Por ello no es suficiente abordar los síntomas del problema. Debemos hacernos cargo del tema de
fondo: mejorar la convivencia en nuestras comunidades. No sirve el “manodurismo”. Nuestra
hipótesis de trabajo es que el empoderamiento de los ciudadanos en sus derechos en salud no ha
ido acompañado de las herramientas para el manejo de conflictos, la construcción de acuerdos y la
canalización efectiva de aspiraciones y demandas. Menos aún se ha desarrollado un rechazo
absoluto y radical a la violencia contra las personas.
Además de promover las medidas inmediatas, desde la Atención Primaria debemos fomentar el
desarrollo de relaciones sanas, actitudes de intercuidado al interior de los equipos de salud y
también entre éstos y los usuarios. Necesitamos más “cuidadanos”, personas que participen y
alimenten relaciones sociales saludables. En la medida que construyamos comunidades
comprometidas con el buen vivir y la vida saludable, estaremos atacando el problema de fondo, el
déficit de Saludanía.