Día Internacional del niño y de la niña

En Chile, la violencia escolar ha alcanzado niveles alarmantes en los últimos años, una realidad que nos desafía a reflexionar profundamente sobre el futuro de nuestras escuelas. Datos recientes de la ONG internacional "Bullying Sin Fronteras" revelan un aumento del 40% en los casos de acoso escolar, con más del 36% de los estudiantes involucrados en altercados físicos y casi uno de cada tres sufriendo agresiones al menos una vez al año.

Este fenómeno, aunque no es nuevo, ha mostrado una dureza y persistencia crecientes que nos exigen un cambio en la manera de abordarlo, alejándonos de las respuestas punitivas y encaminándonos hacia soluciones más integrales. En el marco del Día Internacional del Niño, la invitación que extendemos como programa Ministerial A Convivir se Aprende Ñuble 2023-2025 es a repensar cómo estamos enfrentando la convivencia educativa. Más allá de las medidas disciplinarias o las políticas de gobierno, es imperativo avanzar hacia la construcción de diálogos pedagógicos que se ajusten a las realidades territoriales, reconociendo que la violencia escolar no se manifiesta de la misma manera en todos los lugares.

Cada comunidad tiene sus particularidades y, por lo tanto, cada una requiere una respuesta que escuche y entienda sus necesidades específicas. La infancia de Chile y en especial de Ñuble nos interpela, nos pide ser escuchada, y es nuestra responsabilidad como sociedad ofrecer respuestas que se ajusten a estas demandas. En lugar de centrarnos exclusivamente en la corrección de comportamientos, debemos promover el desarrollo de habilidades socioemocionales, la construcción de relaciones positivas y el fortalecimiento de la autoestima y el sentido de comunidad entre los estudiantes. Es esencial que reconozcamos la convivencia educativa no solo como la ausencia de conflictos, sino como un derecho fundamental que debe ser enseñado y promovido. La urgencia de escuchar más y castigar menos no es solo una necesidad; es una responsabilidad educativa esencial que debemos asumir con seriedad. Si bien las prácticas correctivas pueden ser necesarias en ciertos momentos, no abordan las raíces profundas de los problemas.

En algunos casos, estas prácticas pueden incluso agravar la exclusión y el malestar de los estudiantes. Escuchar activamente permite identificar las necesidades emocionales y socioemocionales, lo que, a su vez, fomenta un clima de respeto, confianza y crecimiento mutuo, promoviendo un bienestar integral dentro de la comunidad educativa. Esto significa enseñar a nuestros niños y niñas a convivir cada día, no solo con sus compañeros, sino también con profesores, directivos y apoderados, en un entorno que promueva la empatía y la comprensión mutua. La convivencia educativa no debe ser vista únicamente como una respuesta reactiva a los conflictos.

Debe ser entendida como un proceso continuo, proactivo y participativo, donde todos los miembros de la comunidad educativa deben tener un rol activo en su construcción. En conclusión, si realmente queremos reducir la violencia escolar y garantizar el bienestar de nuestros estudiantes, debemos transformar nuestra aproximación a la convivencia educativa. Menos castigo y más escucha, menos represión y más educación.